25 de Julio de 2023. Entrada a Turquía un poco caótica..
Madrugamos para disfrutar del fresco matutino.
Aprovechamos la soledad y la fuente que hay en la ermita para ducharnos y
asearnos. Paseamos un poco con la perra y emprendemos marcha para cruzar pronto
la frontera con Turquía.
Teníamos toda la mañana de conducción hasta llegar a Gelibolu (Gallípoli), pero además, nuestro querido navegador nos hizo una de las suyas y nos llevó por unas carreteras infernales hacia un destino que nada tenía que ver con lo que buscábamos… Eso si, nos sirvió para descubrir la Turquía rural, y por supuesto nos encantó!
Parece una zona agrícola bastante productiva. Hay
mucho cereal e inmensas producciones de girasol con muy buena calidad. Además
vemos ovejas, cabras y vacas… qué más se puede pedir!! Así que disfrutamos de
nuestra llegada a Turquía.
Luego en Gelibolu nos esperaría otra bienvenida a
Turquía… esta vez más al estilo africano. La ciudad es un auténtico caos, todo
está en obras y las calles son de tierra y llenas de baches. La conducción
caótica… vamos, que perfectamente podríamos estar en Oagadugu. Alucinamos
porque en realidad pensábamos que era una ciudad turística, pero no le
encontramos la gracia por ningún lado….
Finalmente, conseguimos aparcar la furgo en las afueras y vamos a buscar
un restaurante para comer porque se nos ha hecho muy tarde. El restaurante que buscamos está en
la zona del puerto, que es más turística. Llegamos casi a las 3, así que no es
su hora (ellos comen a las 12-13h) y está todo medio cerrado. Uno de los restaurantes tiene todavía
actividad, así que nos sentamos en una de sus mesas y nos atienden
estupendamente. Comemos una ensalada muy rica y un pescadito fresco (que nos lo
enseñan recién pescado) a la plancha. Regado por la primera cerveza turca que
nos sienta de maravilla!
De ahí nos vamos a dar una vuelta por el paseo
marítimo. La brisa es agradable y se puede respirar, así que a pesar del calor
lo disfrutamos. Lo tienen muy preparado para el baño y los juegos, aquí sí
descubrimos la parte más turística de la ciudad, pero vamos, no es lo que
esperábamos.
De ahí nos vamos a Eceabat, como hace mucho calor nos damos una vuelta con el coche
para ver el aspecto que muestra y nos vamos. Eceabat está algo mejor cuidada y
también tiene playas y un buen paseo marítimo.
Por último, nos acercamos a Kilibahir, bordeando la costa europea del estrecho de Dardanelos.
La verdad que al ver el lugar “in situ” te das cuenta realmente de la
importancia estratégica que tiene. La navegación del Mediterráneo al Mar
Negro pasa necesariamente por el Estrecho de Dardanelos que separa Europa de Asia y tiene entre 1600 y
6500 metros de anchura y no más de 60 km. Une el mar mediterráneo con el
pequeño Mar de Mármara que acabará uniéndose al Mar Negro por el estrecho del
Bósforo, que atraviesa Estambul y es realmente como un río, con solo 30km de
largo y una anchura de entre 700m y 3.7km. Estos dos estrechos han sido
realmente claves en el desarrollo de multitud de imperios: romanos, griegos,
otomanos, bizantino y por supuesto en la primera guerra mundial. En esta zona hay multitud de memoriales de la importante Batalla de Gallipoli, clave en al primera guerra mundial.
En Kikibahir hay construido un castillo fortaleza con una estructura muy particular, muralla en forma de trébol de 3 hojas con una torre central de planta triangular. No pudimos entrar porque ya estaba cerrado, pero se veía bonito desde fuera. Este casillo está rodeado por el bastión de Namazga, construido en el siglo XIX y utilizado durante la primera guerra mundial.
Aunque hay un puente que cruza el estrecho de
Dardanelos desde Gelibolu y que es de pago, decidimos coger el ferry que parte de Kikibahir y
que nos dejará directamente en Canakkale.
Nos cuesta 1200 liras turcas (4euros).
Canakkale es una ciudad universitaria más animada
y con mejor aspecto que las anteriores. Anduvimos un rato, sobre todo para
hacer recados, como sacar dinero, comprar alguna cosa que necesitábamos y poco
más. Estábamos cansadas y había que buscar sitio para dormir.
Decidimos acercarnos a un lago interior que estaba
a unos 15 minutos de canakkale, pero que nos ofrecía un lugar tranquilo donde
descansar en plena naturaleza. Por un camino de tierra alcanzamos la misma
orilla del lago y allí nos quedamos a pernoctar, en compañía del sonido lejano
de las chicharras, la luna y las estrellas.
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